25 noviembre, 2005

Moa, un incondicional

Moa, un incondicional
F. G. P.

El antiguo miembro de los GRAPO y hoy destacado propagandista de la tendencia más afecta a Franco (la vida es compleja) Pío Moa dedica 208 páginas a lo que él mismo define como «un ensayo sobre la significación histórica de Franco» o «un intento de restablecer el equilibrio a base de rescatar aspectos más positivos e injustamente omitidos». Como veremos a continuación, se trata tan sólo de ensalzar a todo trapo y sin ocultación alguna la figura de Franco, por lo que bien haría su autor en añadir un adjetivo al subtítulo y dejarlo en «un balance histórico positivísimo», con lo que las intenciones de Moa quedarían claras para quien quisiera gastarse unos euros en comprarlo.

Sin embargo, el escribir rematadamente mal trae consecuencias nada queridas para quien perpetra textos como el de Moa. Por ejemplo, veamos una de sus afirmaciones primeras: «[Franco] en general no cultivó ni alentó expresiones de odio tan furiosas como las despertadas por él en sus contrarios». El ánimo del autor está en mostrar a Franco como bondadoso y a sus adversarios como biliosos. Pero mete la pata por no saber escribir, pues lo que en realidad acaba diciendo con su frase es que su hombre sí cultivó y alentó «expresiones de odio furiosas», aunque menos que las del otro bando. Es la venganza del genio del idioma contra un sedicente periodista que levanta en el último párrafo de la página 100, por citar uno tan sólo, un egregio monumento a la falta de concordancia gramatical y a la absoluta ausencia de criterio estructural para expresar una idea. Su única aportación lingüística se halla en el adjetivo «useño» que, para evitar a sus lectores quebraderos de cabeza al intentar desvelar su significado, se adelanta aquí que significa «natural de USA».

Franco es un hombre de tal encanto que hasta le parece «interesante y simpático» a Niceto Alcalá Zamora, el que fuera presidente de la II República (el hecho de que más tarde se ponga a caldo al autor del halago parece no importar). Fue un hombre, sostiene Moa, que, ante la República, «nunca faltó a la disciplina militar ni se inmiscuyó en política. No sólo no participó en movimientos golpistas, sino que impidió tres posibles intentonas de ese tipo. Defendió eficazmente el régimen contra las izquierdas que lo asaltaban». Fruto de este pretendido ardor republicano de Franco, «se enfrentó a un doble movimiento revolucionario y subversivo que llevaba al país a una profunda descomposición institucional y en todos los órdenes. No provocó él ese movimiento ni lo deseó, procuró evitar la rebelión abierta hasta el mismo final». El hecho de que no volviese España al sistema republicano una vez concluida la guerra civil, si tanto Franco lo defendía, quizá nos lo aclare Pío Moa en otro libro.



Justo...

Franco fue justo con los proletarios. De hecho, «el general procuró recoger algunas banderas obreristas y populistas, como el desarrollo de la Seguridad Social y medidas legales que dificultaban el despido, el desahucio de la vivienda, etcétera». Aparte del desatino gramatical, los lectores de Moa ya conocen por otras obras suyas su escaso apego al dato exacto de los historiadores serios («en general», «en líneas generales», «etcétera», «algunas»É) del cual, no obstante, hace gala cuando lo tiene a bien: «[En Guernica se] produjo un máximo de 126 muertos». Ni uno más. Como militar, «la conducción de Franco durante la fase larga de la guerra [fue] en líneas generales excelente». ¿Que contó con ayuda alemana e italiana? «El problema de las ayudas exteriores está casi siempre mal planteado». Hay que estar con los tiempos, Franco y Moa lo saben: «Franco evolucionó desde su aceptación de la democracia liberal al principio y durante el mayor tiempo de la República a un rechazo frontal de ella».

Para que se note que nos las vemos con un profesional objetivo, Moa no duda en afirmar: «La despiadada persecución de posguerra constituye la peor mancha del régimen franquista» (por piedad, enséñenle a escribir quienes tanto lo ensalzan, enséñenle a decir lo que quiere decir, pues la frase deja claro que el régimen de Franco tuvo manchas y que las tuvo muy malas, ya que una de ellas es la «peor»). Pero hay que matizar tan grave acusación. En primer lugar, «no fue él quien hundió la legalidad republicana», ojo, y, además, tal represión «distó de constituir algo excepcional o siquiera sobresaliente». Franco reprimía lo normal. Y, bueno, a los hechos hay que remitirse: «El balance es que el general mantuvo al país al margen de esa guerra» (la II Guerra Mundial), dejémonos de indagar más. Los judíos y los masones no eran santos de su devoción, desde luego, pero tampoco fue para tanto. Se ensalza mucho al maquis por parte del rojerío, olvidándose de que, en sus inicios, fueron unos salteadores, pues, sin apoyo popular, muchas partidas recayeron «en el inicial bandolerismo». Las naciones extranjeras que boicotearon al régimen eran muy torpes pues perjudicaron al país y no consiguieron derrocar al dictador. Un país que no se oponía mucho al Caudillo, ya que las «agitaciones en todo caso [fueron] muy inferiores a las habituales en la mayoría de los países europeos».



... y providencial

Pío Moa manipula cifras que es un primor. Escribiendo sobre el Tribunal de Orden Público, que se encargó entre 1963 y 1977 de perseguir a los enemigos del régimen, hace cuentas: «En sus trece años (É) produjo 9.000 condenas, menos de 700 al año (É)» y fueron procesados «11.261, a quienes el tribunal impuso 10.146 años de prisión, es decir, en torno a un año por persona». Por lo tanto y al no ser de obligado cumplimiento la prisión inferior a un año, concluye Moa que en España fueron detenidos solamente unos cuantos por ese tribunal tan especial y a la cárcel fueron a parar otros pocos. Por supuesto, por qué se crea el TOP acaso nos lo explique Moa en un futuro, ahora no entra el hombre en detalles. Pero manipulemos en otro sentido los mismos datos del autor: El Tribunal de Orden Público produjo casi dos condenas al día. El TOP procesó a tres ciudadanos por día. Ese tribunal impuso a diario penas por más de dos años de cárcel. ¿De verdad quieren Pío Moa y sus jaleadores que se les tome en serio como rigurosos analistas?

En definitiva, «el ambiente social y el mismo franquismo fueron liberalizándose», así, ellos solos. Y Franco, él solo, sin ser demócrata, «creó las condiciones para la democracia», además de favorecer a los aliados con su neutralidad y no beligerancia siendo como era cercano a Hitler y Mussolini. Eso de la «baja tensión cultural», la represión de los idiomas vasco y catalán, la «relativa inferioridad legal de la mujer» (así lo escribe nuestro Moa), el hostigamiento de los homosexuales (que ni de lejos iguala al de Fidel Castro, señala Moa: se les hostigó, vale, pero no tanto como lo hacen otros), la supuesta represión sexual (que el escaso éxito inicial de la ley del divorcio desmiente, según Pío Moa)É son peccata minuta que en nada deben ensombrecer la figura de quien «derrotó tres veces a la revolución, libró a España de la guerra mundial y dejó un país próspero y políticamente moderado». Eso sí que son «hazañas», concluye Moa, que convierten al «Caudillo en el personaje político de mayor envergadura en la historia de España de los dos últimos siglos», si acaso, Cánovas se le acerca. Le debemos, pues, niños y niñas de este país, «gratitud» y «reconocimiento». Así, con estas palabras. Han leído ustedes bien.



Corolario...

El libro de Moa se enriquece con sabrosas ilustraciones, pero con más sabrosos pies de foto. Algunos dan vergüenza ajena. Por ejemplo, se lee que «no todos los intelectuales y artistas le rechazaban». Y, para demostrarlo, se insertan dos instantáneas de Franco con Azorín y conÉ Dalí. La crema de la intelectualidad, el criterio y el buen gusto, pues.

Pero hay una foto, con texto explicativo, extraordinaria. Un Franco uniformado, botas y fajín, saluda a la romana, como Hitler, como Mussolini. El pie de foto reza: «Parece fascista, peroÉ». Por todo ello, un ruego y una pregunta: primero, que no caigamos en manos de quienes tienen como propagandista señero a Pío Moa. Y segunda, ¿no tienen los franquistas a alguien un poco más homologable que Pío Moa?


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