28 marzo, 2006

LA TOLERANCIA

LA TOLERANCIA

Existen varias acepciones sobre la palabra tolerancia y como sabemos que uno de los mandatos de la persona educada es combatir la intolerancia me parece apropiado reflexionemos juntos sobre los significados de esta palabra. Es cierto que en el camino de la formación personal muchas veces nos enfrentamos a nosotros mismos ante actitudes productos de excesos que lamentaremos minutos después, también es cierto que estamos llenos de excesos y el laborioso desbaste de nuestro ser en bruto precisamente se trata de ello. Como transcurrir nuestro camino por la vida procurando ajustarnos cada día más al “deber ser” eliminando las aristas que nos hacen chocar y aún herir a nuestros próximos prójimos.



En gran medida, es socialmente aceptada la versión de tolerancia como resistencia, es decir, cuánto puede uno “resistir”, por ejemplo sin exasperarse, sin responder airadamente, sin contestar destempladamente. Tiene la implicancia de cuánto debo “aguantar”, tanto sea a una persona como una circunstancia, o también como resistencia física, como tolerar el calor, el frío, el hambre, la sed, la tortura, y además, la capacidad psicológica de resistir, las presiones, las injusticias, los problemas, el sufrimiento y demás. En verdad la disciplina, las ideas claras, la fortaleza de espíritu, la templanza, son capacidades y virtudes necesarias para sobrellevar lo que la vida nos pone por delante, RESISTIR.



Hay otra acepción igualmente difundida con amplitud, especialmente en la ciencia, la física, y es el “margen de error” que es admisible. Tolerancia implica aquí cuánto error es aceptable, y si hablamos de error perdonable entramos en uno de los problemas más graves de nuestra actualidad, la corrupción. Dónde está el límite de la flexibilidad con los errores. Hay errores y no tan errores. La posibilidad de equivocarse es inherente a la esencia del ser humano y la capacidad de enmendarse y superarse una de las mejores posibilidades de crecimiento, tanto como la capacidad de perdonar (los errores ajenos) nos acerca a lo divino. Sobre los errores se aprende mucho más rápido y eficientemente que sobre los aciertos. Pero queda flotando el concepto, cuál es el margen aceptable de error? O dónde el error pierde el nombre y se transforma en delito, mala fe o corrupción? El problema social se vuelve grave cuando como en estos momentos no hay límites claros, o mejor dicho no son claramente expresados los límites, especialmente por los hombres de vida pública o con los medios de comunicación, especialmente la televisión, cuyos mensajes publicitarios o programas tienen respecto a la moral una actitud tan ambigua como convengan a sus intereses económicos.



Amén de otros conceptos de la tolerancia, más específica pero que no hacen a esta discusión, ¿es alguna de éstas la concepción que una persona debe tener de la tolerancia?.

Yo creo que no. A la luz de lo poco hasta ahora aprendido en el decurso de mi formación, las lecturas y palabras de quienes han sido maestros para mí, debe haber una concepción más completa. Tiene que ver más con el desarrollo de la capacidad de abrir la mente y el corazón y dejar que el otro, hermano o prójimo, amigo o desconocido, tenga la oportunidad de que conozcamos su pensamiento, su idea, tal cual es, que exprese su concepción sin cerrojos de ningún tipo; está ligado a la inteligencia de escuchar con tal apertura mental que el pensamiento ajeno entre en uno sin prejuicios ni preconceptos, y luego uno analice lo que dijo o expresó y saque sus propias conclusiones. Puede ser la mayor estupidez que uno haya escuchado jamás, puede ser lo más errado que hayamos oído, pero nunca ha de ser tan malo como el prejuicio, ya que la alternativa a lo primero es simplemente descartarlo de las ideas útiles o pensamientos bellamente inútiles que nos deleitan, pero a lo segundo, no escuchar implica tal vez perder la oportunidad de aprender o simplemente solazarse con la belleza de una frase bien construida, o la expresión de un pensamiento hermoso.



Tolerancia deviene así en la consecuencia necesaria de nuestro concepto del otro. Si el “otro” es simplemente ajeno, no forma parte de mi universo atendible, no es objeto de mi atención y cuidado, es sólo un número que casualmente me roza o me encuentra, si el otro no me incumbe, entonces la tolerancia es sencillamente aguantarlo, es formal y distante, es la expresión de la llana y vacía cortesía o peor, del comportamiento cortesano. Pero si el “otro” es concebido como un ser humano igual a mí, que me incumbe y me interesa, que está incluido en mi concepto de la fraternidad, que puede eventualmente ser mi maestro, más aún que un prójimo, cuyo destino no es ajeno a mi responsabilidad y cuidado, entonces le caben todos los derechos a la verdadera y profunda tolerancia.

Es todo.

Juan José A. Juri

Fuente:
Lista masonica Mandil